CUANDO RE-DESCUBRIMOS EL EXTERIOR
Dr. Fernando Abruña, FAIA - Arquitecto
De acuerdo con las personas expertas en salud pública, no es aconsejable pasar mucho tiempo en ambientes climatizados artificialmente. Desde el punto de vista de confort térmico y de control de humedad en el aire, puede haber ciertos atractivos en los sistemas mecánicos de acondicionamiento de aire, en especial cuando las temperaturas ambientales son tórridas. Sin embargo, desde la perspectiva de salud, todavía, el estar en espacios exteriores nos ofrece numerosos beneficios. Los espacios exteriores nos brindan una mejor calidad de aire, generalmente están mejor ventilados y cuentan con otros beneficios de salud que no nos proveen los espacios climatizados artificialmente. Por ejemplo, la exposición controlada a la radiación ultravioleta de los rayos del sol actúa como desinfectante contra bacterias y virus. Por otro lado, la irradiación solar nos ofrece el provecho adicional de la vitamina D, importante para ayudarnos a regular la cantidad de calcio y fosfato en el cuerpo, los cuales son necesarios para mantener la salud del sistema óseo, la dentadura y la salud muscular. La falta de vitamina D puede propiciar deformidades en los huesos y hasta raquitismo.
Los espacios exteriores, no obstante, pueden darse en el contexto natural o en uno construido. ¿Quién no disfruta de una bella vista panorámica desde algún punto cimero de nuestra topografía isleña? ¿Por qué nos gusta aventurar y pasear por la Cordillera Central o por el bosque pluvioso de El Yunque? ¿Qué efecto especial digital puede superar una obscuridad nocturna invadida por las parpadeantes luces de estrellas lejanas en el cosmos o por los activos cucubanos en los montes? Pocas cosas nos relajan más que estar frente al mar, disfrutando de sus brisas, del hipnotizante vaivén de las olas y del sentido de calma que ofrece el repetir acústico de éstas cuando rompen en la costa como un mantra oriental que invita a la meditación. Ni hablar del espectáculo nocturno al exterior que supone ver la blanca espuma brumosa de las olas, que en noches de luna llena se refleja como una hermosa ¡”lámpara lunar”! Los espacios exteriores nos ofrecen múltiples oportunidades recreativas y de contemplación, entre otras, que nos permiten mitigar una enfermedad que ha adquirido proporciones preocupantes en el siglo 21 y que se ha denominado en el idioma inglés como “nature deficit syndrome” o síndrome de déficit de naturaleza. La ausencia de la naturaleza en nuestras vidas abona al aislamiento, a la depresión y al deterioro de nuestras relaciones interpersonales. El estar enclaustrados o enclaustradas interactuando con máquinas de juego digitales (por mejores que sean para desarrollar nuestras destrezas motoras) no puede ser muy bueno para nuestra psiquis.
Esa conducta que hemos desarrollado de proporción casi genética, la de preferir espacios acondicionados artificial y mecánicamente sobre los espacios exteriores, ha ido moldeándose y adaptándose a la nueva realidad. Uno de los provechos que hemos recibido como consecuencia de las estrategias desarrolladas para protegernos del contagio del virus ha sido el mejor y más frecuente uso del espacio exterior. Los restaurantes con sus mesas de comensales al exterior ya no son la excepción; los vemos ahora con mayor frecuencia. En el viejo San Juan, tanto la Plaza San José como el área del Soportal del 5to Centenario ya son pobladas por mesitas, sillas y sombrillas para las personas que vienen a disfrutar de la ciudad histórica. La ventilación natural (estrategia que he defendido durante toda mi carrera profesional) vuelve a tener pertinencia en nuestra salud y en nuestro bienestar o, como se dice en inglés, “wellness”. Los ambientes urbanos nos ofrecen también una plétora de espacios al exterior que nos pueden beneficiar como suplemento de salud en nuestra interacción con los espacios naturales. Entre ellos, contamos con calles, bulevares, plazas y parques públicos, canchas para la práctica deportiva y campos de juego como los de soccer o futbol.
Caracterizamos también los patios interiores como espacios exteriores que podemos incorporar en nuestros edificios. Los patios interiores nos ofrecen el beneficio de poder estar al exterior sin comprometer nuestra privacidad. Éstos son casi un sello de “branding” en los edificios de muchos de nuestros centros históricos urbanos.
Con este largo preámbulo me aventuro a mostrarles nuestra más reciente aportación arquitectónica en la que matrimoniamos el espacio interior con el exterior. Podría decir que esta solución fue motivada como una reacción al problema de salud que nos presenta la pandemia creada por el virus del COVID 19. Sin embargo, lo hicimos, no como una reacción a la pandemia, sino como parte de nuestra extensa práctica profesional en la que la importancia de los elementos naturales y el exterior son vitales. Se trata de las viviendas que desarrollamos (vía un Concurso Nacional de Diseño) para las personas afectadas por el Huracán María en las comunidades del Caño Martín Peña. Esta pequeña unidad de dos habitaciones, expandible a tres, es de tan solo 528 pies cuadrados de área techada y es un buen ejemplo (perdonen la inmodestia) de lo agradable que puede ser un espacio construido en armonía con el exterior. Suplementando el área techada, estas casas cuentan con un patio interior de 390 pies cuadrados.
De forma muy breve les explico algunos de los beneficios de sostenibilidad y resiliencia que tiene la casa, porque lo que deseo resaltar en este escrito son las posibilidades que ofrece la vivienda, aún las más modestas y sencillas, para fomentar una vida saludable en el exterior. Desde la perspectiva hídrica, además del servicio de agua provisto por la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados, la casa cuenta con una cisterna de 500 galones de agua potable alimentada por la AAA. Está dotada, además, con una cisterna para la cosecha de aguas de lluvia de 200 galones y un inodoro de composta que convierte el excremento en abono y no utiliza agua. Un segundo inodoro de alta eficiencia, el fregadero y el lavabo llevan el sello “Water Sense” de la EPA (Environmental Protection Agency).
Desde el punto de vista energético, la casa está techada con material aislante que reduce el paso del calor al interior. Además de su conexión a la red de la Autoridad de Energía Eléctrica, cuenta con la infraestructura necesaria para poder instalar en un futuro un sistema fotovoltaico con baterías. La casa está dotada, sin embargo, con una planta de emergencia solar que permite operar la nevera de forma continua y algunas luces y abanicos en caso de algún evento catastrófico como el Huracán María del 2017. Todas las lámparas son del tipo LED y los enseres y abanicos están rubricados “Energy Star”.
Puedo ahora abundar sobre el mágico espacio que logramos desarrollar en esta modesta vivienda, conectando de forma muy sencilla el área de cocina/comedor/sala con el patio interior. De salida, la casa es muy fresca e iluminada de forma natural gracias a la extensa cantidad de ventanas de celosías operables que se extienden casi hasta el piso y a los montantes de vidrio en su parte superior. Cuatro puertas de aluminio también de celosías con montante abonan a la entrada de luz natural aun cuando las celosías estén cerradas para lograr protección contra la invasión de aguas de lluvia. Al plegar hacia afuera estas cuatro puertas logramos un hueco libre con un ancho de 12 pies que permite una conexión visual y funcional entre los espacios interior y exterior. Una pérgola en el patio permite acentuar esa conexión. Las fotos suministradas son más elocuentes que las explicaciones que pueda darles. Usamos, además, materiales y pinturas de poca o ninguna emisión de compuestos orgánicos volátiles para mejorar la calidad del ambiente interior. Completamos la atención al aspecto de salud de la casa utilizando lámparas de color amarillo cuya frecuencia ayuda a mitigar la presencia de insectos sin el uso de insecticidas dañinos al ser humano.
Las personas expertas en salud pública nos explican que podemos lograr la protección contra el virus mediante la inmunización comunitaria (de rebaño) que supone la inoculación de entre el 70 y el 80 por ciento de la población. Añado yo (sin menospreciar el valor de las vacunas) que podemos lograr protección adicional contra el virus de forma natural mediante la “exteriorización comunitaria” (de rebaño).
Como lo hacían pasadas generaciones...¡Disfrutemos del espacio exterior!