FERNANDO ABRUÑA
Padre de la Arquitectura Sostenible en Puerto Rico
Por: Plan. Mari A. Villariny Marrer
Escuela Ecológica de Culebra (2002-06)
El Dr. Fernando Abruña, galardonado en el 2010 con el prestigioso Premio Henry Klumb, el más alto honor que ofrece el Colegio de Arquitectos y Arquitectos Paisajistas de Puerto Rico, atribuye a la candidez la ruta de vida que le ha llevado a ser considerado “Padre de la Arquitectura Sostenible en Puerto Rico” y la autoridad del país en arquitectura y construcción sostenible.
La entrevista, que se lleva a cabo en el siempre agradable recinto histórico de San Juan, comienza con este toque de picardía y humor. Señala Abruña que ya estaba en su tercer año de estudios de arquitectura cuando se percató del daño que le hacía la industria de la construcción al ambiente. “Tenía tres opciones: dejar de estudiar arquitectura, ocupar el espacio para que otro estudiante no tuviera la prospectiva oportunidad de dañar el ambiente o quedarme y tratar de cambiar esa realidad,” relata.
“De hecho, el 40% de todas las emisiones de bióxido de carbono (CO2), que ocasionan el cambio climático, provienen del diseño, construcción, operación y mantenimiento de edificios”, indica el Dr. Abruña. Su decisión de vida inició una trayectoria profesional que tiene como empeño crear un estilo de arquitectura que resulte en el diseño de ambientes saludables, que no dañen la naturaleza y, por supuesto, que sean hermosos.
Los inicios de esta productiva carrera profesional fueron contra corriente pues a principios de la década de los setenta la construcción integrada con el ambiente no estaba “de moda”. Cuando la publicación del libro “Fresco Gratis”, sobre cómo Fernando Abruña, Padre de la Arquitectura Sostenible en Puerto Rico Por Plan. Mari A. Villariny Marrero construir viviendas en armonía con el clima tropical, resultó exitosa, pero no rentable, el arquitecto encontró taller de trabajo en la restauración de edificios históricos en el Viejo San Juan. “Nos dimos cuenta de que no hacíamos restauración, sino un reciclaje de estructuras, porque las conformamos a nuevos usos,” señala. Esta comprensión lo ha llevado a cuestionar una de las máximas aceptadas en la arquitectura que dice que la forma sigue a la función. “Eso quiere decir que si la función es ser un edificio de estacionamientos, la estructura debe diseñarse para conformarse a ese uso. Pero esto, en mi opinión, no es necesariamente correcto. En un mundo cambiante, los edificios no se deben diseñar para una función única sino de manera que facilite su reciclaje.” A esto le llama transformabilidad pasiva. “La meta debe ser diseñar edificios metamórficos para un mundo cambiante,” añade el también fundador del Capítulo del Caribe del US Green Building Council y autor de numerosos libros sobre el tema de sostenibilidad.
En otras palabras, para Abruña, cuya obra construida y escrita, así como de investigación, ha sido galardonada en numerosas ocasiones, el reto es cómo construir sin destruir y cómo hacer más con menos.
“El mejor edificio sostenible es el que hacemos innecesario construir a través del diseño inteligente. Este es el lema que debe guiar la práctica de la arquitectura, aunque parezca contradictorio,” recalca. Para él, muchos de nuestros problemas tienen su raíz en la manera en que vivimos y se pueden resolver con lo que ya tenemos. “Un gran NO es tocar la tierra virgen,” puntualiza.
El arquitecto recalca que mucho del diseño urbano responde a los reglamentos de zonificación existente. La ciudad ahora tiene usos urbanos especializados por áreas, como vivienda, comercio e industria, pero el movimiento futuro es hacia una ciudad más compacta, versátil, diversa y con distancias peatonales, explica Abruña, a quien el US Green Building Council, Capítulo del Caribe, le dedicó su convención en el año 2008. Esta entidad, además, inició un programa de Becas en Sostenibilidad que lleva su nombre.
Asimismo, para el arquitecto, el cambio de tecnología en las comunicaciones tendrá mucho que decir sobre el desarrollo de ese nuevo modelo más abarcador y diverso de la ciudad y hará innecesario la construcción de algunas estructuras. “Por ejemplo, la tecnología permitirá que los negocios no requieran grandes edificios o que no se requieran estructuras para bibliotecas porque serán virtuales, como ya de hecho muchas lo son con herramientas como el Internet, Amazon, Google y Wikipedia, entre otros” agrega.
La cátedra de diseño sostenible de Abruña también está dirigida a mostrar, con ejemplos concretos e instrucciones específicas, los múltiples caminos abiertos hacia las fuentes de energía renovable para dejar lo que llama “el lento suicidio colectivo” que resulta de la dependencia en los combustibles fósiles y sus consecuencias dañinas sobre el ambiente. Para el arquitecto, la descentralización de la generación de energía, a base de muchos sistemas locales de energía renovable con la posibilidad de integración a una red más amplia, será parte esencial de la resolución de la crisis energética del país.
El año 2000 marcó un hito en la carrera del Dr. Abruña porque logró diseñar y construir su primer gran ejemplo, que llama la “Casa Ausente”. La misma es una estructura sin emisiones dañinas de CO2, que genera su propia energía alimentándose del sol y los vientos, cosecha las aguas de lluvia, se ventila e ilumina de forma natural, elimina virtualmente la disposición de desperdicios sólidos y tiene un costo de mantenimiento muy bajo.
El éxito de esta casa permitió que su práctica profesional se adentrara más en los preceptos de diseño sostenible que propulsa. Le siguió la Escuela Ecológica Niños Uniendo al Mundo en Caguas y la Escuela Ecológica de Culebra para el Departamento de Educación y la Autoridad de Edificios Públicos. Actualmente se construye su diseño para la Escuela Ecológica de Dorado.