Mis decisiones, mi responsabilidad…
María Santos Corrada, PhD.
Universidad Ana G. Méndez-Gurabo
msantos@uagm.edu
En 2017 fueron los huracanes Irma (categoría 5) y María (categoría 4); en 2019 y 2020 terremotos y COVID-19. Sin duda, en los últimos años Puerto Rico ha pasado por una serie de eventos que en principio han marcado nuestras vidas. La pregunta es: ¿cómo marcaron nuestras vidas estos eventos?, ¿qué decisiones hemos tomado en los diferentes renglones de nuestras vidas a raíz de estas vivencias?, ¿qué aprendimos como personas, como ciudadanía y como país? El aprendizaje, si alguno, lo podemos ver reflejado en nuestras decisiones y acciones. Por ejemplo: como personas, ¿qué decisiones de compras tomamos considerando hacer un menor daño al medioambiente?, ¿respaldamos aquellos negocios que están comprometidos de alguna forma con el medio ambiente? Hago énfasis en nuestra responsabilidad como individuos porque no somos capaces de asumir también la responsabilidad de las consecuencias de nuestras decisiones y nos dedicamos a responsabilizar sólo a otras personas y entidades. Tenemos que estar conscientes, por ejemplo, de que, cuando tomamos la decisión de cambiar por el último modelo nuestro teléfono celular que está prácticamente nuevo y en perfecto estado, si al menos no entregamos ese celular usado a la empresa, lo vamos a convertir en basura. También debemos estar conscientes de que si seguimos comprando ropa para un solo uso y no la regalamos o la reutilizamos de alguna forma, también la estamos convirtiendo en basura. Todo esto me lleva a entender dos cosas, primero, que lamentablemente hemos aprendido poco de todas las experiencias vividas en los años recientes, segundo, que el peso de la costumbre y de sentirnos, quizás, falsamente en comodidad, ha hecho que nuestro comportamiento siga igual. Llevamos a cuestas demasiados años de comprar, usar y tirar, por lo cual me parece pertinente que conozcamos y reflexionemos un poco sobre esto. Comencemos hablando de economía.
En términos generales, diferentes autores y autoras han definido la economía como el estudio acerca de cómo las sociedades administran los recursos escasos para producir bienes y servicios, y para distribuirlos. Es interesante señalar que todas las definiciones hacen especial énfasis en la escasez de los recursos, algo que en la práctica se ha preferido ignorar. Podríamos considerar que la economía tradicional es la que se conoce como economía lineal, muy conocida para todo el mundo: extraer (materia prima), producir (producto) y desechar. Cuando hablamos de economía lineal nos referimos al modelo económico que desde su concepción tiene como principio desechar los productos luego de su uso. En el modelo de economía lineal el ciclo de vida del producto se asume lineal, o sea, se produce a través de la extracción de las materias primas que serán procesadas y transformadas en los productos tal como los conocemos, luego se distribuyen para su venta y después de ser utilizados por las personas consumidoras se desechan como basura o residuos. Debido a que este proceso tiene un principio y un fin, se conoce como lineal.
La economía lineal no está pensada para la reutilización de lo que se produce, sino más bien para continuar con la cultura de obsolescencia de los productos. Así que lo que hoy es un producto, mañana es basura, generando con esta práctica un sinfín de problemas ambientales, como los desechos tecnológicos enviados a países africanos o a la isla de plástico. En el caso de Puerto Rico, podríamos hablar del problema de desperdicios sólidos. Ya son muy pocos los vertederos hábiles en la isla, problema que ni el gobierno, ni las empresas ni la ciudadanía queremos enfrentar. Por esa razón, la economía lineal nos lleva a una pérdida de recursos que podrían ser aprovechados, ya sea reutilizándolos, reciclándolos o directamente devolviéndolos al proceso productivo, evitando así que se conviertan en basura. Ante la realidad del calentamiento global y la pérdida de los recursos, la economía lineal no sólo es cada vez más ineficiente, sino insostenible. Ya diferentes organismos interna-cionales reconocen que de seguir utilizando como modelo económico la economía lineal, obtendremos mayor crisis alimentaria, mayores problemas con el abasto de agua, mayor uso de energía, entre otros problemas. Ante estos retos que presenta la economía lineal ha surgido un nuevo modelo económico, la economía circular.
La economía circular, a diferencia de la lineal, se enfoca en el reaprovechamiento y reutilización de los recursos, por lo tanto, lo que antes era basura o residuo, ahora se convierte en un recurso que puede volver al proceso productivo. De esta manera, la economía circular busca reducir o eliminar los residuos. Según la Fundación Ellen MacArthur, la economía circular es reparadora y regenerativa. Pretende conseguir que los productos, componentes y recursos en general mantengan su utilidad y valor en todo momento.
Algunas personas expertas en el área definen la economía circular como un sistema de producción y consumo que logra un mínimo de pérdida, o ninguna, de materiales y de energía, por medio de una gran reutilización, reciclaje y recuperación de los materiales. La Fundación Ellen MacArthur nos dice que las empresas están en el centro de la transición hacia una economía circular. La transformación de la economía circular nos dotará de las herramientas necesarias para hacer frente a los retos mundiales, así como del poder para crear resiliencia y aumentar la prosperidad. La colaboración entre proveedoras, clientes e infraestructura es la única manera de construir un sistema que beneficie a las empresas y a toda la sociedad. Tanto si se trata de una gran empresa global como de una start-up, esta es su puerta de acceso a recursos que inspirarán la innovación, destacarán las oportunidades y demostrarán cómo podemos aplicar soluciones de economía circular a escala.
Según indica la Organización de las Naciones Unidas, muchas dirigencias empresariales de todo el mundo se han dado cuenta de que el cambio climático y la degradación ambiental plantean nuevos e importantes riesgos y oportunidades para la competitividad, el crecimiento y el desarrollo de sus empresas, y están convirtiendo el desafío climático en una oportunidad de mercado. Entonces, me pregunto, qué esperan las personas empresarias en Puerto Rico para aprovechar estas oportunidades y ser líderes tanto en el ambiente económico como social.
Finalmente, retomo el objetivo de este artículo que no es otro que llevarnos a la reflexión de las consecuencias de nuestras decisiones como individuos. Hay muchas cosas que cada una de las personas puede hacer para tener un mejor país sin depender de otras, por ejemplo: utilizar los productos hasta que realmente termine su vida útil y luego reciclarlos; aprender a combinar la ropa de manera que podamos tener diferentes “looks” con las mismas piezas y, finalmente, regalarlas o reconvertirlas en otra cosa; no olvidar que con el agua no se deben “barrer” nuestras marquesinas y, algo que tiene un gran efecto multiplicador, respaldar aquellas empresas que tienen políticas medioambientales claras. Todos estos pequeños gestos nuestros, o sea como individuos, y que, por lo tanto, no dependen de nadie más que de cada cual, en su conjunto, aportan en la reducción de nuestra huella ecológica. Son como pequeños granos de arena que se pueden convertir en una nueva playa llena de futuro y esperanza, de cuya construcción hayamos sido partícipes.